Las Fuerzas Armadas, entre el poder y el honor.
El Presidente y su partido criticaron hasta el cansancio el uso de las fuerzas armadas en tareas de combate al narcotráfico por los gobiernos de Calderón y Peña Nieto, prometiendo en campaña que los regresarían a sus cuarteles. Nunca tuvieron tanto poder y tantas tareas civiles como hoy.
Las fuerzas armadas se han convertido en el eje principal de la política del gobierno bajo la lógica de que los militares son más honestos e incorruptibles.
Se les ha asignado la mayor cantidad de dinero vía presupuesto como ninguna otra dependencia del gobierno federal; Pasaron de resguardar instalaciones y zonas estratégicas a convertirse en grandes constructores y administradores de aeropuertos, bancos, aduanas y del transporte en cualquiera de sus modalidades, aéreo, marítimo, carretero y ferroviario.
Bajo la estrategia de abrazar y no balear supuestamente a nadie, porque todos son seres humanos y todos deben portarse bien; el costo ha sido muy caro.
Los grupos delincuenciales siguen acrecentando su poder y presencia en todo el país, lo que ha puesto entredicho su efectividad en cuanto a la seguridad. Los índices delictivos lejos de disminuir han aumentado. Hemos sido testigos de episodios vergonzosos en zonas conflictivas donde los han correteado, los han apedreado, los han pateado, los han desnudado; en fin, han sido humillados incluso hasta por migrantes extranjeros mermando así la honorabilidad de la propia institución.
Lo mismo puede estar sucediendo en cuanto a la credibilidad y confianza frente a los mexicanos debido a la flagrante violación de los derechos humanos a raíz de tener a su cargo la seguridad pública, como en el reciente caso de dos jóvenes en Chihuahua, que por no obedecer la orden de detenerse en un retén de la Guardia Nacional, fueron perseguidos y acribillados sin saber quiénes eran o a qué se dedicaban; un suceso del cual ya se ha pronunciado el propio comisionado de derechos humanos de la ONU aquí en México.
Pero por si esto fuera poco, ahora 6000 elementos de la Guardia Nacional resguardarán las instalaciones del Servicio de Transporte Colectivo Metro en la ciudad más importante del país, con el pretexto de salvaguardar dichas instalaciones por supuestos sabotajes a manos de usuarios que sólo buscan dañar la imagen del gobierno de la ciudad de México, aunque la responsable ande en campaña y al metro le hayan reducido el presupuesto para su óptimo funcionamiento.
Cualquier situación es ideal para ceder cada día más poder a los militares. El problema es que el poder desmedido envilece y corrompe a cualquiera, no importa si usa traje, uniforme o ropa de color. Las fuerzas armadas en nuestro país han prefiriendo perder el honor a cambio de detentar el poder.